A dos semanas de su apertura, no sabía muy bien qué esperar de Plonk, pero apenas me asomé por su puerta, entendí que me podía sentar y simplemente dejarme sorprender. La primera recomendación de vino fue espectacular, un Sauvignon Blanc de Burdeos, que demostró que vale la pena abandonarse a la selección de los expertos, y probar los blancos, rosados, y el burbujeante crémant.
La carta cuenta, además, con algunos cocteles clásicos como la Margarita y el Negroni, y algunos de temporada como la Mezcalita de jarabe de ciruela y garnish de cempasúchil. El coctel de la casa, el Plonk, muestra, desde lo visual hasta lo técnico, el concepto del lugar. Una mezcla de sabores que, con el método correcto, conviven armoniosamente para darnos une experiencia que abarca todos los sentidos.
La fusión se ve claramente en la cocina de la chef Flor Camorlinga, donde las aceitunas fritas son espectaculares para empezar. También, el udon picante con camarones y el Pork Belly con salsa de ostión son algunos de los platillos que no te puedes perder.
Pero no lo voy a negar, el rey de la noche fue el postre (¡y eso que bebimos crémant!), un plato hermoso de helado de horchata con gelatina de nopal, pitaya, tuna y un coulis de xoconostle que simplemente… es arte. Plonk es un espacio tranquilo en el que el tiempo se detiene un poco para que disfrutes de la sorpresa que genera aquello que se fusiona para ser mejor.
— Aura Mendoza
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