Creó altas expectativas desde su apertura. Llega la noche y la esquina de Masaryk y Tennyson se llena de gente, hacia el cielo irradia el nombre del club en letras rojas y brillantes con una aureola angelical sobre la S. Al filo de las 11pm, las camionetas con vidrios polarizados comienzan a parar en la entrada: mujeres entaconadas con sus mejores vestidos, luego los hombres con rostros celestiales, cuerpos de gimnasio y fragancias densas perfuman toda el área.
Puede ser la cadena más pesada en la ciudad, asegúrate de estar en la lista, con tu identificación y mejor vestuario para que, al menos, llames la atención. El cover para hombres está en 300 pesos.
Una vez dentro, una escalera iluminada con led te indica el camino hacia lo que pinta para ser una gran noche. Me encontré un lugar diseñado bajo una línea de elegancia
e innovación, repleto de texturas y colores sobrios que combinan distintos estilos. Al centro del lugar hay una pequeña pista de baile rodeada por tres secciones con mesas y sillones en forma de medio círculo.
La parte más alta es la más exclusiva, custodiada para que nadie pueda molestarte. Cuenta con cuatro entradas lineales que forman una cruz y al frente de éstas se impone el escenario donde los djs hacen toda la magia; detrás de ellos, hay una enorme pantalla que forma parte del festival de luces que son el diferenciador de este antro. Una vez arrancada la fiesta, las esferas que cuelgan del techo se sincronizan con las pantallas laterales para proyectar videos que van al ritmo de los hits del momento, luego las luces neon, leds y un sistema de audio –que aseguran sólo lo tienen en Las Vegas– son los protagonistas; la potencia es tan fuerte que el beat parece salir de tu pecho.
El climax de la noche llegó con Calvin Harris y Rihanna en las bocinas, entonces la esfera más grande bajó del centro e iluminó a las almas desinhibidas que danzaban en los sillones, que aunque no lo creas, están ideados para bailar sobre ellos con un material antiderrapante. Todo tiene textura.
El desfile de champaña es inconfundible, te la llevan como la desees: con la debida pirotecnia o con una exuberante mujer dentro de un pastel. Ya entrada la madrugada la música se relaja con la “Calle de las sirenas”, pasando por uno de los éxitos de Pitbull y retoma su esencia electrónica. Sin duda la vida nocturna en Masaryk no volverá a ser la misma.