Luego de un despiadado 2020 y ya bien entrados a un dudoso 2021, los invito a un ejercicio de reflexión y reafirmación importante, y es aceptar una realidad: los placeres culposos no existen. En ese camino, yo he confirmado mi amor por las micheladas. Antes de la pandemia, lo que más me gustaba hacer un domingo era ir a La Lagunilla por un par. Hoy, feliz, les tengo la noticia de que he encontrado un gran lugar en la Roma; ahí puedes disfrutar de tus micheladas con todo y sana distancia.
Se trata de El Totopo Incorporeichon, que es un restaurancito pequeño en donde además de vender una cochinita pibil de impacto, tienen a las próximamente mundialmente famosas micheladas mamalonas (así se llaman, pero también así están).
Cuando llegues, te sentarán en tu mesa de plástico y llegará el mesero con el gran abanico de opciones: “¿a tu cerveza le pongo clamato?, ¿salsas Maggi e inglesa? ¿limón y sal?; y el escarchado, ¿de mango, tamarindo...?; ¿le pongo piquín o ajonjolí?”. Así, te vas armando tu michelada como tú quieras y puedes escoger entre tres tamaños. Estas chelas son una verdadera delicia anti cruda, anti tristeza, anti calor y anti esnobismo.
De comer, definitivamente pide la cochinita, ya sea en tacos o panuchos. Pero eso sí, no te pierdas los codzitos. Si quieres algo para compartir pide los cacahuates o las papitas, que también vienen con su generosa porción de salsas. Claro que si tienes más de 30 años, más vale que te tomes tu omeparzol después; habla la voz de la experiencia.
Puntos extra porque este lugar es uno de los más pet friendly del mundo, ¡hasta le darán su juguete de carnaza a tu Milanesito!
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