Aunque algunos registros sugieren que el hidromiel (en inglés mead) es la bebida alcohólica más antigua del mundo, tuvieron que pasar miles de años para que tuviéramos un bar especializado en esta bebida en la CDMX. La receta parece sencilla, solo se necesita fermentar agua y miel de abeja con levaduras, pero en verdad esa es apenas la base para empezar a jugar con ingredientes, recetas, tipos de miel y tiempos de fermentación.
Todo esto me lo empieza a contar Dennis L. Lazarus, quien, junto con sus socios en Lazarus & Colin Meadery, llevan quince años de hacer mead casero desde que comenzaron con garrafones de vidrio de veinte litros. Ahora producen más de 700 litros al mes en la parte trasera de Colonia, la fábrica de donde surten la demanda del local y embotellan.
Colonia es su showroom / bar en la Juárez, un espacio muy amplio con una vibra acogedora y cool; sus cómodos y largos sillones se prestan para que un grupo de cuatro se vuelva uno de diez personas sin problema y si quieren, todos pararse a bailar.
En la carta entran cervezas artesanales, vermouth de la casa blanco y tinto, mezcal y cocteles, pero realmente vale la pena probar al menos un hidromiel para entender el trabajo que hacen aquí artesanalmente. “Colonia” hace referencia a las colmenas y al ingrediente estrella que le da un perfil único a cada copa, por lo que se han dado a la tarea de encontrar mieles de excelente calidad de Campeche, Puebla, Veracruz o Morelos.
En mi visita encontré en los taps cuatro estilos disponibles (conforme aumente la producción seguro habrá cada vez más estilos). Si nunca le has entrado al mead, empieza con uno tradicional (nada más que agua y miel). En mi caso tenía miel de acahual, con notas ligeramente ahumadas y sabor tirando más a seco. Luego, sigue con las variedades; del lado más dulce, estaba el de jamaica con miel de jabín, de un precioso rojo cereza; mientras que el más funky, con un olor presente a bebida fermentada, fue el de mora azul.
Mi favorito fue el braggot, un delicioso híbrido entre el mead y la cerveza. Aunque no parezca, todos ellos llevan entre 11 y 12° de alcohol, por lo que había que comer algo para equilibrar. Por suerte, la carta de alimentos es el otro logro de Colonia.
Pensada por el chef Alex Chávez como un despliegue de entradas para compartir y carnes que igualen la singularidad del mead, hay delicias (ejecutadas por el chef Arturo Hernández) como el queso brie envuelto en pasta filo súper crocante y un toque de miel (casi lloro cuando se terminó), las papas bravas con queso grana padano o el taco de pork belly de las que no te arrepentirás.
Tip: Algunos sábados hay cocina libanesa para acompañar tu copa.
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