En México sí hacemos vino, y lo hacemos bien. Se produce en Aguascalientes, Baja California, Chihuahua, Coahuila, Durango, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, Puebla, San Luis Potosí, Sonora y Zacatecas, y seguramente pronto más estados se sumarán a la lista. Según cifras del Consejo Mexicano Vitivinícola, los mexicanos tomamos 1.2 litros de vino anualmente. Es poquito, pero vamos bien considerando que hace unos cinco años tomábamos una botella de 750ml al año.
La realidad es que para acercarse al vino no hay que ser un gran conocedor y tampoco tenemos que llenarnos de títulos y diplomados. Lo único que hay que hacer es beberlo, y entenderlo como lo que es: un producto del campo. Y la industria del vino no es aquella de los sommeliers trajeados en los restaurantes. Quienes trabajan para hacerlo, también están en el campo.
Para comprobarlo y de paso echarte unas copas y hacer la patriótica labor de incrementar el consumo per cápita y apoyar al campo mexicano, lo mejor es ir directo al viñedo. Ahí verás que detrás de un producto que nos han enseñado a entender como glamuroso y sofisticado, hay gente que, literalmente, se ensucia las manos. Y para fortuna de nosotros, los capitalinos, hay viñedos muy cerca de la CDMX que se pueden visitar.
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