Con la proliferación de speakeasies por toda la ciudad, un bar con luces tenues y colores sombríos es lo primero que espero al conocer un nuevo lugar. Por eso me sorprendí tanto al ver que Casa Olympia es todo lo contrario.
Este bar en Polanco es luminoso, alegre y un nuevo básico para una noche de chicas. La decoración corrió a cargo del reconocido interiorista belga Dirk Jan Kinet (Hotel Casa Awolly) y cada esquina, pasillo y hasta los sanitarios gritan “tómame una foto”. Muy al estilo de dicho bar de la Roma (ahora cerrado), el espacio está perfectamente diseñado para llenarte el ojo antes siquiera de que revises la carta. Una vibra retro de globos terráqueos y pósters de los años 50 convive con tapices vibrantes, bustos grecolatinos y sillones tejidos. Y todo parece tener sentido.
Aún sin superar el factor estético, me instalé en el salón principal, amplio y fresco debido al techo altísimo. Desde ahí verás la enorme barra, de donde salen cocteles añejados en pequeñas barricas durante 6 meses. Para que vayas entrando en ambiente, te reciben con un coctel de cortesía.
Mi recorrido por su mixología comenzó con el Olympia spritz, un trago juguetón y menos dulce que otros spritz, además de muy atractivo porque está acorde a la paleta cromática del lugar. Se sirve en tu mesa y al agitarlo ves cómo cambia de color, de un azul profundo a morado intenso. Esto porque lleva prosecco, ginebra, té mediterráneo, flores y cardamomo.
Seguí con el que para mí, la loca del vermouth, se llevó las palmas. Estoy hablando del white negroni. Lleva ginebra Bulldog, Cinzano seco y licor de genciana, una planta con historia medicinal en Italia. Si eres más de cocteles amargos y complejos, este es el indicado.
La carta de alimentos, del chef Jaime Durán, es mediterránea, pero abierta a fusiones con ingredientes mexicanos e incluso asiáticos. Me sorprendió la relevancia que tienen aquí las entradas vegetarianas. Comenzamos con las setas asadas a la talla que estaban tan bien condimentadas que no le pedían nada a la proteína animal.
Si ya estás pensando “no vives de ensalada” porque lo tuyo es la carne, ve por el tataki de res con aceite de ajonjolí y salsa macha por encima, no es muy picante y las semillas tostadas lo elevan a otro nivel. En platos fuertes me ganó el arroz de calasparra con rib eye en cubos: reconfortante, untuoso y con mucho sabor.
Para cerrar, hay más de 10 carajillos diferentes que más que digestivos, parecen un postre en sí mismo. Pedí uno de taro que, a pesar de lo vistoso, para mí resultó demasiado dulce por la crema batida que lo adornaba.
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