Uno de los pocos antros que le hacen honor a su nombre. No te confundas en la entrada pues comparten número con Kommä; una entrada de concreto y puerta blanca de metal son la bienvenida del nuevo y reducido antro de la Roma. Para entrar subes por unas escaleras y un pasillo angosto, después desciendes en otras escaleras, directo a la oscuridad. Pronto estás en un sótano, se siente el calor, la saturación de cuerpos es obvia, unas cuantas lámparas de neón iluminan de pronto y verás el escenario donde el dj enciende a todo aquel aventurado de la noche.
Hay velas sobre unas cabezas de cerámica y uno que otro lugar para sentarse, algo casi imposible, pues además vas a bailar y en serio. Lo urbano, el hip hop, electrónica y una que otra rola de antaño como “Sí señor” de Control Machete hace saltar con energía a todos lo que lograron entrar. La temperatura aumenta descontroladamente y se vuelve incómodo en cierto punto. Con dificultades logré llegar a la barra, una de las dos que tienen, directo por una cerveza –bien muerta– para refrescarme. La carta no es extensa pero basta para apagar la sed, un mojito o una bebida internacional que, en copeo moderado, no daña el bolsillo. No es un lugar para claustrofóbicos, ven sólo si te apasiona el contacto humano.