La palabra maridaje viene del francés mariage, que significa matrimonio. Idealmente, en un matrimonio las dos partes se acompañan: una saca lo mejor de la otra, y viceversa. En la vida real, esto no siempre sucede, por eso algunos expertos están cambiando la palabra maridaje por el término armonización. La idea es que la bebida que elijas acompañe bien a la comida, y al revés. Ninguna de las dos protagonista: se mejoran entre ellas. La palabra armonización también nos da oportunidad de pensar en aspectos diferentes a la comida: ¿qué tal un mojito en la playa? ¿o un carajillo para un día lluvioso?
La clave para entender el maridaje es la paciencia: maridar cualquier bebida es un reto. Y más si consideramos que, por ejemplo, en un mezcal, interviene el tipo de agave, el clima, el suelo, los usos y costumbres de la región productora, el proceso y hasta el manejo del producto ya terminado. Entonces, decir que el mole negro marida con el un Espadín, por ejemplo, sería un desacierto: hay que considerar todas las variables.
Con esto no intentamos desanimarte, sino invitarte a probar el maridaje dándote permiso de equivocarte. Poco a poco encontrarás lo que funciona y lo que no funciona, y el proceso de aprendizaje también es rico.
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