El teatro contemporáneo internacional tiene una importante resonancia en México gracias a la llegada de obras con tanto poder como lo es Buenas personas (Good people, 2011), escrita por el dramaturgo estadounidense David Lindsay-Abaire —ganador del Premio Pulitzer 2007 por La madriguera, que en México protagonizó Ludwika Paleta—. Y es Diego del Río y PLAYHOUSE Entertainment (productora y director de RENT) quienes traen a la CDMX un drama cuyo golpe de realidad es inolvidable.
La historia inicia cuando Margarita es despedida de su trabajo como cajera en un Waldo´s Mart, donde el sueldo ni si quiera alcanzaba para saldar las cuentas. Sin trabajo, se enfrenta a la presión de pagar la renta de su departamento en Ecatepec, Estado de México, que comparte con su hija que tiene una discapacidad y depende totalmente de ella. Está rodeada de un grupo de amigos y personas que vuelven de su pasado, quienes la empujan, la cuestionan y al mismo tiempo la apoyan. Todo con una adaptación y dirección que hacen que el texto se sienta escrito para una desoladora realidad mexicana.
Diego del Río hace brillar a una Arcelia Ramírez (Margarita) con una veracidad y autenticidad infranqueable y amalgama a un grupo de actores enérgico: Odiseo Bichir, Cuauhtli Jiménez, Fabrina Melón, Concepción Marquéz y Monserrat Marañón, las dos últimas inyectan de comicidad las situaciones con eficacia. La escenografía (Gerardo Ángeles) es sencilla, atractiva y nos sitúa en la acción con elementos de utilería significativos.
Buenas personas reta al público y lo lleva a cuestionarse sobre quiénes son verdaderamente esas buenas personas y qué es lo que las hace serlo. Aunque el primer acto resulta un poco tedioso, el segundo es una suerte de enfrentamiento teatral que incluso despierta aplausos inesperados, con giros en la historia que juegan con las emociones del espectador para sembrarles duda: ¿en qué medida las situaciones (oportunidades) o la suerte son las responsables de nuestra felicidad?