Fue en el 2016 que estrenó la primera película española para Netflix, 7 años (2016). Esta pareció haber roto las expectativas con solo una locación, cinco actores y una trama perspicaz y sostenible a lo largo de una hora y veinte minutos. Muy en la onda de Alex de la Iglesia, e incluso con todo el estilo del Método Gronholm.
De la mente de Julia Fontana y José Cabeza, 7 años es la historia de 4 amigos y socios que están por ser descubiertos en un fraude, y uno de ellos debe culpabilizarse para así dejar a los otros libres solidariamente. Pero para esto, tienen que decidir arduamente con la ayuda de un intermediario quien de ellos irá a la cárcel para recibir una condena de sí, 7 años.
Llevada al teatro en 2019 en su natal España, esta idea escénica de la mano de los escritores originales ha ya circulado por otros países de habla hispana. Ahora llega a México bajo la producción de Lobos Producciones y Jeaninne Derbez, quien además protagoniza la puesta.
Con la dirección de Reynolds Robledo (Lobos por corderos, 2015), este pequeño pero potente montaje cobra su valía a partir de un texto estupendamente articulado, con una adaptación que asienta la verosimilitud de la situación. El ritmo de la puesta ejerce la tensión necesaria para mantenernos en la orilla de nuestro asiento, aunque con unos devaneos por ahí, quizás debidos a las primeras corridas del montaje. (Yo vi un estreno)
Actoralmente la obra se sostiene. El guion original se vale de estereotipos que van desmembrado las personalidades de cada uno. No profundiza, pero sirve para que los actores nos den la información necesaria para involucrarnos con los personajes y comprometernos, así, con la decisión crucial que tienen que tomar.
7 años vale la pena por las discusiones que desencadena sobre los privilegios, la meritocracia y el poder de los blancos a partir de sus accesos intelectuales y financieros. Pero también vale mucho la pena la discusión que puede encausar en la sobremesa después de verla.
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