Desde comida y ropa, flores y plantas, hasta cine de arte y cortes de cabello, estos mercados y tianguis te sorprenderán por su variedad de productos y servicios.
Los mercados inundan el contenido de Instagram con fotografías de texturas y colores de frutas, la alegría de las piñatas, los gélidos animales destazados, los cómicos letreros en cartulinas neón y los suculentos antojitos fritos. Pero pasar de una en una estas imágenes es como vivir la experiencia a través de una pared de cristal. Ciertamente una de las cosas que dora de realidad a la vida es el aroma que percibimos en cada experiencia.
Si volvieras a entrar a un mercado por primera vez, ¿cómo describirías el paso de un puesto a otro a través de los olores? Tal vez de una dulce rebanada de mando, al hedor de un filete de pescado o al escozor de los chiles secos.
Toda parafernalia que se vive en los tianguis ha inspirado a artistas como Diego Rivera o creencias como la de Bernal Díaz del Castillo, quien intentó describir a la corte española el Mercado de Tlatelolco, concluyendo: “Para qué gasto to tantas palabras de lo que vendían en aquella gran plaza, porque es para no acabar tan presto de contar”.
Hoy, la oferta de los mercados por toda la ciudad es muy completa, sólo que hay que saber a cuál ir. Lugares que se han especializado en comerciar productos específicos como el Mercado de Jamaica y su frescura floral o el Mercado de Sonora y su olor a incienso y hierbas. Y los mercados sobre ruedas, cual Cenicienta, nos deleitan por el ratito que les dure el encanto y hacen imposible no querer llevarte algo.
Como animales, nuestro primer sentido en desarrollarse (y uno de los últimos en desgastarse) es el olfato. Es nuestro instinto más atávico y una sensación que aún no ha logrado copiar la realidad virtual. Celebremos que una de las cosas que nos hace disfrutar tanto la vida sea la sinfonía de sensaciones al inhalar y exhalar.