El 9 de septiembre de 1952, en avenida Popocatépetl, comenzó la historia de La Jarochita, cuando Sebastián Rosas viajó de Alvarado, Veracruz, al DF.
“La peluquería inició con un cajón de madera para sentar a los clientes. Similar a las peluquerías de banqueta”, recuerda Rafael, el heredero de este local.
La extensión de la Línea 3 del Metro, en los setenta, orilló a Sebastián a buscar otra ubicación en Canal de Miramontes, cuando era un camino de terracería en el que pasaban un par de carros cada dos horas.
Ahora, en ese mismo local, se sientan vecinos para llevarse un casquete desvanecido pulido (trabajo de alta precisión y exigencia), un flat top, un corte de barba y un manicure.
“Conforme llegan los clientes se les va atendiendo. Todos merecen el mismo trato. Se les regalan refrescos y dulces. A veces esperan hasta dos horas”, asegura.
Rafael considera que el surgimiento de barberías chic refresca el arte de cortar y delinear.
Mientras tanto, las peluqueras de La Jarochita (Megan, Mary y Tere) se abren brecha en un oficio que tradicionalmente fue para varones.