Un negocio familiar por más de 40 años. Ramón Ortiz, el maestro peluquero, lo heredó de su padre. Decidió darle un toque más varonil, adornando el interior con fotografías de actores de la época de oro del cine mexicano. El maestro da un tip que considera esencial para los hombres, el vello se debe rasurar con navaja y no con máquina.
Es la única peluquería del barrio donde la fachada conserva los distintivos caramelos giratorios con los tradicionales colores azul, blanco y rojo. El rojo representa la sangre que los peluqueros extraían con sanguijuelas a un hombre golpeado, el blanco la pureza y extracción de muelas (aunque ahora sólo lo hagan los dentistas) y el azul se agregó por petición de los franceses para recordar su bandera. En las noches permanecen prendidos y alumbran la entrada.