La comida japonesa llegó a nuestro país para ocupar un gran espacio en nuestros corazones. Sabemos que en la CDMX abundan las propuestas basadas en la cocina de este país oriental, pero pocos ofrece una experiencia tan personal como lo hace Yoru.
El chef Alian Fainsod abrió este espacio en la Roma para transmitir su pasión y admiración por la gastronomía nipona en cada una de sus preparaciones; se siente el respeto que esta cultura tiene por cada uno de los ingredientes. Con únicamente cuatro lugares, su barra de sushi es considerada de las más pequeñas en la ciudad. Serás testigo de cómo se preparan platillos al instante bajo técnicas con la más alta precisión.
Sobre la banqueta colocaron tres pequeñas mesas al aire libre, pero la verdadera magia ocurre al interior. De ambiente muy íntimo y antojable para ir en plan romántico, la decoración es sobria y sencilla y la mayoría de los elementos son de madera.
Durante la noche, colocan velas en las mesas para que los cuatro elementos de la naturaleza estén presentes: cada componente del menú simbolizan el agua, la tierra se representa con la madera, el aire está en todos lados (evidentemente) y las veladoras significan el fuego; esto es parte de la filosofía del lugar.
En la carta encuentras nigiri sushi de salmón, lobina e incluso de anguila o almeja chocolata. Mención especial a que los pescados y erizos son traídos del mercado de Toyosu, el segundo mercado de pescados más grande de Japón acondicionado con tres edificios.
Nos gusta cuando hay básicos ganadores, como los handrolls, la especialidad de la casa. Se recomienda comerlos al momento que te lo entregan para apreciar la textura crujiente del alga, así como la explosión de sabores del resto de los ingredientes y un distintivo wasabi que eleva el hormigueo en boca. Si quieres probar un poco de todo pregunta por la experiencia Yoru, incluye frescos edamames como entrada, dos handroll omekase, siete nigiris, hongos de temporada y hosomaki de atún ($820).
Si bien la cocina de Yoru no deja de sentirse minuciosa, demuestra el poder que los platillos creados bajo la identidad puntual de la tradición caben en cualquier rincón de la ciudad. Anuar Olmos