Al entrar te atrapan las palabras. El café está lleno de mercancía del cantautor Edel Juárez; de la taza a la sopa, la marca está registrada en cada rincón del lugar. Puedes encontrar camisetas, sudaderas, cuadernos, bolsas, collares y termos con versos legibles del trovador. La pared es un mosaico de fragmentos tipográficos que le muestran al cliente el potencial del poeta y fundador del local. Hay café de especialidad como para pasar un buen rato leyendo en compañía del iPod, y sin que nadie moleste, Vocablo está hecho para acoger refugiados sin prisas.
La carta de comida es pequeña, pero no te puedes ir sin probar la especialidad de la casa: torta de cochinita pibil con frijoles y cebolla morada. Es una verdadera delicia por la sazón, aunque eché de menos un poco de piña o ensalada para acompañar mi gordura. El resto es lasaña vegetariana o boloñesa y molletes.
La mesera no duda en recomendar entre las opciones que verás en la carta. Realmente lo mejor está en el café y en lo dulce. Hay cold brew, prensa francesa, chemex, aeropress y oferta de bocados poéticos, sí, como lo leíste: cada semana viene un juglar a ofrecer su trabajo en forma de letras, por un módico precio obtendrás las delicias creativas de las que el autor es capaz. Si esto no es suficiente, el amor llegará en forma de brownie o de crepa o macedonia de fresas.
Nada mejor que acompañar la vida con dulce y poemas. El ambiente es acogedor, la única premisa es tener una actitud relajada porque la onda es del tipo bohemio. Si vienes es para platicar, leer y disfrutar el momento. Nadie terminará ebrio, pues en Vocablo el máximo peligro es salir con sobredosis de cafeína o azúcar, si esto te ocurre (aunque no creo), pide una limonada con agua de coco bien fría, te la recomiendo por refrescante y ligera.
También hay tés y tisanas, jugos y Chaparritas, así que no te acongojes y métele al “consume local”, pero si traes actitud ermitaña pídete un chatito de vino pa’ que se te olviden las penas.