En los linderos de la Condesa se encuentra esta acogedora fonda italiana, el “horno viejo”, se diría en español. Los requisitos se cumplen: muros en terminado de ladrillo, los vinos como parte del decorado, el –no tan viejo– horno de ladrillo y, por si aún quedaran dudas, las mesas tienen manteles a cuadros rojos y blancos.
Para empezar, el antipasti, esa deliciosa combinación de espárragos, berenjenas, setas salteadas, calabacitas y queso provoleta planchado. Mientras lo comemos, nos indica el mesero que todos los ingredientes en el Vecchio Forno son frescos y seleccionados personalmente por el chef Luigi Cesarano.
Lo más socorrido por los comensales que acuden al Vecchio es la pizza, hecha con una pasta tan delgada y crocante que parece deshacerse en la boca. Probamos la vecchio forno (mozzarella con salsa de jitomate) sobria y delicada, la proscuitto e funghi, que además del jitomate y la mozzarella, tiene jamón y champiñones y, nuestra favorita: la pizza verace (auténtica pizza napolitana): un rico mozzarella di bufala con jitomate, aceite de oliva de sorrento de extracción virgen y albahaca... mamma mía!
En otras ocasiones hemos pedido la zuppa di cipolla (exactamente: es sopa de cebolla) que es inolvidable: en pan, con queso y también la muy respetable lasagna alla napoletana con carne, queso ricotta,mozzarella, salsa de jitomate y el inevitable parmesano espolvoreado.
De postre, el tiramisú (mascarpone y ricota con un toque dulce, canela y café) es casi obligado.