Este famoso lugar de cocina de autor de raíces vascas y mexicanas fue fundado por el chef español Juan Mari Arzak, en 1994, y en su momento causó una revolución en los círculos gastronómicos capitalinos. Se llenó de premios y estableció un precedente difícil de superar.
Casi dos décadas han pasado y es ahora Francisco Flores quien heredó la cocina y ha seguido haciendo una excelente labor, presentando platillos delicadamente decorados en sabores y texturas complejos, experimentales.
Aquí se viene a comer bien, y la cava ofrece los mejores vinos para acompañar, sobre todo de México y de muy variadas regiones de España. Conviene pedir el menú de varios tiempos para conocer mejor el tipo de cocina, pero puedes armar el tuyo, iniciando, por ejemplo, con sopa de pescado o crema de lenteja con ragout de pato, luego los ravioles o risotto negro con mariscos, cachete de res o codorniz con foie, cochinillo confitado o cordero con verduritas y, de postre, sopa de coco y taquitos de mango, canutillos de membrillo o crujiente de higos. Cada plato es preciso, bello, satisfactorio y de justa medida.
El ambiente es sobrio, con amueblado moderno, simpático. Si estudias el menú, que varía cada mes, y se te antoja todo, pide recomendaciones y serán atendidas con paciencia y tino. De día es un poco más de negocios y de noche se presta para ir de pareja y celebrar tranquilamente. Si te gusta comer y probar platillos salidos de la evolución de la cocina de los últimos años, bien vale hacer aquí una parada.