Aquí el concepto de taquería se queda corto. El Caifán ofrece a sus comensales una dosis de vitamina T con tacos, tortas y tortillas recién hechas, pero también hay carnitas, huaraches, sopes y quesadillas, platillos que nunca fallan al no-sé-de-qué-tengo-antojo.
El local tiene un estilo urbano mexicanizado, pues caifán —por definición de la RAE— significa sujeto de barrio. Paredes negras, ladrillo rojo y azulejo de talavera azul rodean las mesas y la barra con una amplia parrilla que te atrapa desde tu entrada. Seher One es el ilustrador y artista urbano mexicano encargado del grafitti que se encuentra a la derecha del sitio.
Las quesadillas se antojan para pedir una de cada una, pero la de flor de calabaza encabeza la lista gracias a la precisa combinación de sabores. Los huaraches son su especialidad, hay de bistec, choriqueso, costilla o milanesa; los de estómago pequeño pueden compartir, pues son de gran tamaño. Pedir tacos al pastor nunca está de más, pero sal un poco de lo cotidiano y prueba los de pechuga adobada con queso, un juego entre el adobo y el queso manchego derretido.
Definitivamente las tortillas son ganadoras, pues como rectifica su menú, son hechas en casa, están suaves y no se rompen. Revisa la carta de postres si todavía tienes espacio. La costra de ate con queso es buena opción (si aún no te cansaste del queso), pero el flan de elote es más original. Pregunta por las paletas de palito chueco, hay de oreo, café, pistache o fresa, pero la de elote completa la experiencia El Caifán.