La vida te da sorpresas y aquí te esperan en serie, gratas y placenteras. Es el nuevo secreto de la Condesa que rápidamente te convence de estar en el lugar correcto.
Tiene una fachada minimalista decorada con la silueta de un pez, acompañada de un ventanal que te permite ver el movimiento usual del restaurante. Las paredes de concreto se acompañan de un piso blanco con negro, cual tablero de ajedrez, y arriba, las lámparas con discos color bronce se interconectan a la tubería del techo. Es el perfecto ejemplo de un ambiente cálido que no asedia las pretensiones.
La ginebra y el prosecco son madre y padre de la barra, donde el deleite comienza y se centra la atención del comedor. Pedí un gin con lemon grass y pimienta rosa, un equipo con carácter de sabor herbal y cítrico; al morder la pimienta sucede la gracia. La cocina es italiana con los platillos de la familia Demichelis quienes decidieron jugar sus recetas tradicionales con ingredientes mexicanos. Mientras decidía la entrada, me ofrecieron agua infusionada con romero y pepino, un plus que te refresca.
La elección fue mejillones con poro al vino blanco y azafrán, el protagonista del platillo que deja un delicado perfume en la boca. Luego el plato fuerte: pulpo frito con risotto al limón, un obligado de la casa. Estaba perfectamente frito por fuera, tierno al centro y el risotto –crujiente–, cerró el trato con su potente sabor cítrico. Para acompañar me recomendaron la ensalada de tomates orgánicos en variedad roja y amarilla, con salicornia –alga marina del Mar de Cortés– de sabores misteriosos, similares a los espárragos marinos; todo aderezado con limón eureka, aceite de olivo y especias de la casa, sencillo y delicioso.
Constantes sorpresas me llevé en Salacia entre la comida y el excelente servicio, pero faltaba el postre. La calidad de los ingredientes se confirmó con la panna cotta de romero acompañada de coulis de frutos del bosque; el protagonista fue el romero y lo escolté con un limoncello de digestivo.
Salacia es una sorpresiva garantía, de esas cocinas en donde la pasión por el buen comer se percibe. Ahora seré uno de los comensales que regresan con constancia para contagiarse de esa ferviente efusión.