Si hay tacos, seguro estaré ahí, pero si hay tacos al carbón, estaré ahí como mandil y soplador de palma, por eso visité Safari tacos al carbón, un restaurante clásico en Lindavista que parece perdido en el tiempo. Desde que entras sabes que es un lugar que ha resistido a los cambios bastante tiempo.
Desde la puerta se ve al fondo la parrilla y al responsable de carbonizar las cebollitas. Cuando me senté el mesero me preguntó si quería menú o tacos. Obviamente me fui por los tacos. Mientras esperaba mi orden vi desfilar platos con pechugas empanizadas con arroz, atún a la vizcaína y carnes asadas acompañadas de ensalada y puré de papa —”¿hice lo correcto?, ojalá no me arrepienta”, pensé—.
De entrada pedí el clásico de la casa, el taco safari, una porción generosa de 250 gramos de filete de puerco que llegó a la mesa sobre dos tortillas. La carne estaba suave y jugosa. Después arribó el de rajas con queso manchego. No estaba mal, pero el chile poblano carecía de sabor. A pesar de estos dos enormes tacos, me atreví a pedir uno de chuleta fresca que casi aplaudo de pie.
Si bien los tacos tienen buen sabor, me decepcionaron las salsas verde, roja y pico de gallo, que parecieran no tener alma, simplemente eran ingredientes molidos. Mientras me desabroché el cinturón, me percaté que el restaurante es frecuentado por mucha gente de la tercera edad que por cómo interactuaron con los meseros, parece que llevan años visitando el lugar.
El costo de los platillos está balanceado con la calidad de la carne y los meseros están al pendiente de todos sin volverse molestos. Tristemente no te permiten voltear la carne ni mucho menos soplarle al carbón.