Como todas, la restaurantera es una industria profundamente machista; aunque a las mujeres se les asignan roles estereotípicos en las cocinas de sus hogares, los puestos prestigiosos de esta industria están ocupados por ellos. De hecho, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, menos de 4% de los jefes de cocina que han sido reconocidos con estrellas Michelin son mujeres.
Hay muchas formas de explicar este sesgo; una de ellas es que, en las cocinas, las mujeres no solo tienen que superar situaciones de discriminación, sino que también tienen que abrirse paso en una cultura que no solo aprueba sino que glorifica los estereotipos machistas y, para colmo, admite de manera tácita el acoso.
Además, resulta que el ámbito culinario no solo está masculinizado, sino que también está glamurizado: es un club de hombres.
Por otro lado, mientras que los hombres pueden irse de sus casas por las largas horas que el oficio demanda, a las mujeres se les dificulta más balancear los complicados y súper extensos horarios de las cocinas con el trabajo doméstico. Por ejemplo, el afamado Heston Blumenthal, chef y propietario del famoso The Fat Duck, que tiene tres estrellas Michelin y que ha sido votado como el mejor restaurante del Reino Unido en 2007 y 2009 por The Good Food Guide, ha reconocido públicamente que, mientras él construía su imperio culinario, su exesposa Zanna Blumenthal se quedó en casa al cuidado de sus tres hijos.
Y a las mujeres no solo les cuesta ocupar los espacios prestigiosos en las cocinas, sino que muchas que trabajan lo hacen por necesidad; al quedarse solas y como jefas de familia, salen a la calle a hacer lo que saben y lo que “se les permite, porque les corresponde”: cocinar. Eso sí, haciendo eso, muchas logran su independencia financiera y además logran compartir el espacio público, históricamente reservado para ellos.
Pero eso no ha impedido a estas mujeres trabajadoras y rifadas destacarse como jefas de cocina. Sabemos que faltan muchas, pero esta lista es un pequeño y cariñoso esfuerzo para reconocerlas a todas, a través de unas cuantas, pues sin ellas y sin las antropólogas, historiadoras, periodistas, productoras, sommeliers, trabajadoras en las áreas de servicio, especialistas en marketing, contabilidad, redes sociales o finanzas, y un enorme etcétera de profesiones más, la escena culinaria mexicana no sería nada. Ellas rifan hoy y siempre, y es momento de reconocérselos.
Te recomendamos: Rompamos la brecha: Mujeres de la CDMX en el campo laboral