Desde la entrada percibí un estilo totalmente particular, hay unos toques kitsch muy mexicanos y otros decorativos como juguetes y cómics. Son dos pisos con mesas, sillas y una miscelánea de artículos coloridos que te dicen que a Ramona le gusta expresarse.
Para comenzar pedí un coctel llamado gumercindo, hecho para una tarde calurosa por la guanábana, vino blanco y romero; además, te abre el apetito para este viaje gastronómico.
El primer plato fue nicandro, compuesto de cuatro chiles cuaresmeños empanizados rellenos de una mezcla de quesos, acompañados de lo que fue uno de los highlights de mi día: la salsa de mango con chipotle, que embonó como amor a primera vista con la mezcla de quesos y lo picoso del chile.
Después ordene unas pizzas de sartén individuales, quise las más tradicionales así que elegí la de cuatro quesos y carnes frías. Perfectas para compartir y te dejan un sabor de boca riquísimo; la combinación entre lo seco de la masa con lo untuoso de los demás ingredientes abrió camino para la baguette manolo. Viene rellena de jamón serrano, queso Asiago y una compota de xoconostle, que le da un sabor agridulce sorprendente.
Es un lugar divertido desde la comida, manifestado en platillos y bebidas originales, rock de los años cincuenta y sesenta, además los precios son justos. Ramona es un lugar que vale la pena visitar en el Centro.