La experiencia de Puerto Prendes comienza desde que entras al lugar: el diseño interior es espectacular y, a diferencia de muchos otros lugares que siempre se ven más guapos a cierta hora, éste es perfecto para cualquier momento del día. En la tarde, el techo abierto y los colores neutros de la decoración harán que disfrutes muchísimo la luz del día. Y por la noche, la ambientación y la iluminación son perfectas para una cita o una cena de negocios.
Lo infalible aquí son los pescados y mariscos; aunque tienen opciones con carne por si no le entras a los frutos de mar. Yo probé unas tostaditas de aguachile de camarón, una joya: aciditas, con el camarón súper fresco y, para rematar, un montaje bien cuidado. Lo único que me faltó fue estar en la playa. De ahí me seguí con unas carnitas de atún, venían con un guacalome y con tortillas hechas a mano. También probé los tacos de arrachera —súper suave— con camarón. Las salsas y las guarniciones siempre estuvieron en su punto.
Se agradecen muchísimo las tostadas que te ponen al centro de la mesa al llegar; están hechas con las tortillas a mano, son súper crocantes y están horneadas, para que no te tengas que preocupar (tanto) por las calorías.
El esfuerzo que hacen con la coctelería se nota; además los meseros saben recomendarte el trago para ti: que si te gustan dulces y frescos, secos y serios, aciditos y refrescantes, ¡hay opciones para todos los gustos! Y también se arman coctelería clásica; yo me tomé un negroni que estaba perfectamente ejecutado.
A la comida, la bebida y el servicio no le puedo poner un solo pero. Lo que sí es que el postre no estuvo a la altura; estaba cubierto con chocolate Hershey’s que desentonaba un poco con el cuidado que le pusieron al resto de la comida —hay un abismo de diferencia entre unas tortillas hechas a mano y una salsa de chocolate industrializada—. Aunque, por supuesto, siempre está la posibilidad de haber hecho elecciones equivocadas. Con todo gusto volvería a Puerto Prendes a probar un postre diferente.
Además hay que hablar de la versatilidad del lugar: una comida familiar dominguera, un trago vespertino con los amigos o una entradita y una cerveza; se vale de todo. En cualquier ocasión que vayas, aprovecha para hacerte de algunas fotos para tu Instagram; el diseño interior no tiene desperdicio.