Parece que en la Anáhuac todo es más grande. Desde Mercado San Genaro, el mercado gastronómico de mayor tamaño en la ciudad, hasta las construcciones de complejos habitacionales con más de 2,000 departamentos por torre; y desde hace un año el comedor de Pinche Gringo BBQ con capacidad para 1,000 personas hambrientas de brisket, costillas y del que compite por ser el mejor mac & cheese de la región.
El tamaño del lugar es asombroso, montado en lo que fue una fábrica de metal y posteriormente una bodega de papel. Aunque requirió de alguna que otra adaptación, la amplitud del lugar y los contenedores de rollos de tela convertidos en lámparas, le dan todo el matiz fabril que necesitas para olvidarte de los lugares insustanciales (y caros) que abundan en la zona.
La noticia caliente es que ahora el bodegón de Pinche Gringo BBQ Warehouse estrena su propia cafetería con repostería a cargo de Mad Dona MX, después de todo tienen casi el mismo espacio que un centro comercial; la noticia tibia es que por el momento no abrirán temprano, ni la cocina tendrá un menú especial de desayunos. Eso no importa tanto porque el café, el matcha y el chai masala también se toman después de comer. Además, faltaban opciones in situ para echar el postre después de tanta salsa bbq.
El café que sirven es una mezcla de granos arábica chiapanecos y oaxaqueños, que son más ligeros en carga de cafeína, pero fornidos en aroma y sabor en un expreso; de ahí le siguen el expreso cortado, el americano y los lechosos como latte, capuchino y moca. Para escapar de la cafeína tienen el chocobanana y los tés, de los cuales el segundo es una opción más ligera si planeas comerte la dona de tocino con Oreo, o en su defecto, la de brownie con plátano y glaseado de mantequilla. También las hay rellenas de boston cream (chocolate) y de mermelada de frambuesa, la misma que le ponen al pay de queso, pero el irresistible es el de limón, exquisito desde la vista.
Otra de las sorpresas que llegaron con el Pinche Café son el crumble de manzana, crujiente por encima y tremendo por dentro; por ningún elemento del menú cavilarás dos veces antes de darle un madrazo a tu índice glucémico.