Encuentra en este restaurante un pedazo de campo en medio de la ciudad, un espacio que no te imaginarías encontrar a unos pasos de Mercado Roma. El aire campirano lo percibes desde la entrada con la vista rústica en madera y suelo terroso, en la recepción solicitas tu mesa, y si vas con niños, les ponen un brazalete con tu mismo número, así podrás estar tranquilo mientras comes y tus hijos juegan.
La primera parte es el área de juegos, completamente al aire libre como un paraíso lúdico; hay resbaladilla, lugares que trepar, arenero y escondites, incluso un puente colgante. La segunda parte es el restaurante que está techado, pero que aún recibe la luz y la ventilación de la parte abierta; hay dos pisos y muchas plantas, el techo es curvo, como si hubieran transformado un granero en comedor en una granja.
El menú del chef Alan Sanz tiene comida de campo con la línea constante de frescura en sus ingredientes. Hay dos platillos en el menú que encontraron su madurez: el ceviche de arrachera —apenas pasadita por la parrilla, con chile poblano, guacamole y unas gotas de aceite de ajonjolí; el otro es el taco de camarón con chorizo y costra de queso, para añadirle unas gotas de limón y salsa, el favorito del menú.
Aún falta afinar los instrumentos para que otras dos promesas de la carta alcancen la nota que el compositor quiso: el risotto de verduras y la hamburguesa de tasajo. Las verduras del risotto estaban crujientes y en su punto, mientras que al risotto le faltaron un par de vueltas en la cacerola para llegar a la consistencia y textura adecuadas, la sazón bien confeccionada con un golpe de aroma a sake. El otro es la hamburguesa, un platillo que probablemente no llamaría la atención, pero la hacen de tasajo, una mezcla fornida de carne con queso gouda encima, tomate verde y espinacas baby; en combinación con las papas con parmesano y paprika la balanza de sabores se desalineó hacia el rubro de lo salado, sin embargo es un buen platillo para los paladares que quieren potencia, o incluso para compartir al centro de la mesa y probar unos bocados.
El ambiente familiar de Parcela toma otro matiz cuando cae la tarde, los cocteles de la barra, la iluminación y la música (desde electrónica hasta latina) se modulan para una noche de tragos y compañía adulta hasta la medianoche. Aunado a la decoración campirana, Parcela se convierte en un bar especial en la Roma. El de la casa es el coctel parcelita con mezcal, arándanos y frambuesas, tiene la acidez ideal para salivar y seguirte de largo con más tragos; o también el bloody sake, una contraparte salada con sake, vodka y un toque de vermouth, redondeado con jugo de verduras infusionado con clavo y un toque de Clamato.
De día juegan los niños y de noche los adultos. Parcela tiene la gracia que te ayuda a escapar un rato del ajetreo de la Roma, para juntar a toda la familia, tener una reunión de trabajo o para el recreo con los amigos.