Si te resuenan los risottos, pastas, antipastos y cartas de vino cuidadas con precisión, probablemente has probado Sartoria alguna vez. Su metodología y sus se repiten en una nueva aproximación: Nera, también bajo el ala de Marco Carboni, chef ejecutivo de ambos restaurantes.
A primera vista, la arquitectura de Nera nos indica que estamos entrando a un lugar que, por algún motivo, se nos hace familiar: resulta intuitivo relacionar este espacio con alimentos de primera. Ubicado al fondo de Cráter Pedregal, nos abraza una especie de cueva donde, a diferencia de las zonas donde están las propuestas más hot de la ciudad, contamos con un entorno más abierto donde podemos sentirnos a gusto sin la presión de una fila constante ni la necesidad de velar platos ajenos mientras corren minutos de espera.
Nos contaron que Carboni suele estar presente varios días de la semana y ¿qué mejor anuncio que este?
Comenzamos con platos que nos ayuden a contrastar entre sí para divertir el paladar. Las aceitunas y almendras marinadas tienen un espacio especial en mi pecho; encajan en cualquier. Suena a mucha emotividad para algo tan sencillo, pero como dicen: el diablo está en los detalles.
Seguimos con el crudo de kampachi hecho con pescado de primera, pesto de estragón, agua de tomate, pepino encurtido y chile serrano. Después, una ensalada de pulpo a las brasas, aceitunas y papa junto a una ensalada de jitomate y burrata.
A estas alturas siento que el menú se hizo en función a mis gustos personales porque la pizza de anchoa del cantábrico, burrata y cherry es siempre una elección tan indispensable como una Margarita. Insisto, en lo más básico es donde aprendemos a discernir, desarrollar el gusto, abrir el paladar y más adelante, atrevernos a cosas diferentes o si tienes un gusto más desarrollado, te sorprenderá como se solapa cada ingrediente a la perfección.
En otro episodio de “ya he comido demasiado y no creo que pueda más”, llegan dos fuertes; agarramos el último cachito de la temporada de hongos y nos los presentaron en un risotto y una pasta tagliolini con espuma de parmigiano y mantequilla de rancho. Aquí me sentí dichosa y consideré cumplidas mis dos misiones principales: confirmar la consistencia de Carboni y comer una cantidad récord de carbohidratos en menos de una hora (sin un solo arrepentimiento, obvio).
Por último, como si tuviese siete estómagos, procedo a probar los postres. Uno fue un crujiente de avellana con helado de crema de rancho con frutos rojos. Por otro lado un brownie caliente de almendras con chocolate de caramelo salado. Creo que a estas alturas está de más decir que en Nera, las porciones son ideales para compartir. De todas maneras los platos se encuentran en un sweet spot: donde si no quieres que nadie toque tu plato, solo te queda elegir muy bien.
El ticket promedio es tan elevado como lo desees. Hay vinos por copeo tan deliciosos como accesibles y platillos clásicos que te pueden satisfacer sin que tengas que dejar el alma empeñada. Ahora, si lo tuyo es impresionar, también hay opciones.
Nera no es solo el más reciente favorito italiano del sur, es una zona de relajación que se esmera con naturalidad en ser especial en cada aspecto. Garantizado: te irás con el mejor sabor posible grabado en tu memoria.
Milena González
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