En medio de las atiborradas e insalubres opciones alimenticias de la calle Filosofía y Letras, camino obligado para los estudiantes de algunas facultades de Ciudad Universitaria, se encuentra este comedor vegetariano. Un oasis en el desierto.
Hay paquetes, hamburguesas, soya, gluten y una gran oferta de panes. Todo se puede leer desde la entrada en un gran pizarrón donde se desglosan los precios y las alternativas que este vegetariano ofrece. La cajera es una señora mayor dispuesta a dar recomendaciones y disipar cualquier duda sobre los diferentes productos que ofrece el local, desde el sabor hasta los aportes nutricionales que ofrecen los alimentos. El lugar está pensado para satisfacer al público vegano, vegetariano y ovolactovegetariano; sin embargo, el desconocimiento o la diferenciación entre los esquemas no es un impedimento para que se disfrute de la comida.
La selección se hace desde el principio, se paga y luego la cajera y gurú del lugar ofrece una sonrisa y te dice el protocolo a seguir. “Entrega el ticket en la cocina y ahí te dicen qué sigue". Obedecí y me entregaron un vaso para que me sirviera el agua que más se me antojara. Las opciones eran pepino con piña y agua simple con clorofila y se ubicaban en dispensadores comunitarios.
Mi pedido fue una hamburguesa de tofu con piña y quesillo. Puedes escoger entre papas en gajo o la barra de ensaladas para la guarnición, en mi caso, ganaron las papas. Mientras mi orden salía, fui a sentarme a una de las grandes mesas del lugar y me percaté que además de la comida, el lugar está configurado como un recinto de paz y espiritualidad. La música es new-age, supongo que las intenciones de panacea contra el estrés vienen implícitas. Al centro del comedor hay una lona con la imagen del Monte Kailas, parte de la cordillera Himalaya donde, según la cultura tibetana, las almas llegan a su última morada, es decir, al paraíso. Y pese a que la música resulta tediosa después de un rato, la amplitud del espacio y la comida lo valen.
Las hamburguesas se preparan en el momento y están hechas con pan artesanal que venden en el lugar. El sabor es armónico y las porciones son generosas. Las papas en gajos son sustanciosas y hay aderezos suficientes para acompañar. Al final de la comida se ofrece té o café de olla. A manera de comunidad están dispuestos a ayudar o resolver las dudas que puedan surgir al preferir el vegetarianismo.