La tortilla es nuestra imago mundi (imagen hacia el mundo), es el redondo eje de nuestra comida, cultura y economía agraria. En uno de sus extremos está la producción industrial con Maseca, que para muchos se convierte en las únicas tortillas accesibles. En el lado opuesto, aparte de las pocas tortillerías que todavía trabajan con puro nixtamal, están los nuevos molinos que procesan maíces criollos de cultivo sostenible —como Molino El Pujol, Maizajo y Expendio de Maíz Sin Nombre de El Parnita—, y ofrecen un producto superior en sabor, textura y calidad nutricional; claro, a un precio más alto que parte de un comercio justo con sus productores.
Además de vender masa y tortillas por docena, en la barra de este crucial proyecto de Enrique Olvera se sirve un breve menú milpero, en el que sobresalen los delicados tamales de rajas, huitlacoche o calabaza, el taco de aguacate en aromática tortilla de hoja santa (la misma con la que se sirve el mole madre), con una salsa guacachile que es más humo y caramelo de cebolla que picor de chile serrano, y la joya: el elote con mayonesa de café y chicatanas, hermano de los legendarios elotitos de Pujol, que con ese toque entre terroso y picante que dan las hormigas, envuelto en la untuosidad de la mayonesa, te hará volver una y otra vez, por el poder del antojo.