De los chefs Daniel Ovadía y Salvador Orozco llega el primer hummusiya en México que te hará descubrir la riqueza y misticismo de la cocina israelí.
Entre los locales y los edificios habitacionales de Amsterdam, en la Condesa, descubrí un restaurante llamado Merkavá; luego sabría que en hebreo significa carroza y que es especializado en cocina de Jerusalén, Israel.
Su reducido tamaño me hizo sentir que fui invitada al comedor de una casa cuyos anfitriones te reciben con total calidez. Tomé una mesa para dos personas y observé frente a mí un muro de madera con pronunciadas curvas que simulaban el movimiento de las olas del mar. Sobre el plato base, vi una carta en colores blanco y turquesa invitándome a abrirla; hice bien, pues encontré una infinidad de sorpresas culinarias.
Palabras como salatim, tehina y matbucha se leían en el menú. No entendí nada así que le pedí ayuda al mesero quien estaba al tanto de las traducciones y me supo orientar. La elección fue un salatim, 13 platillos al centro para compartir que incluía tabule, falafel y aceitunas kalamata.
Resulta que Merkavá es en México el primer hummusiya –restaurante especializado en hummus. Cuentan con seis variedades; elegí el de berenjena japonesa y salsa de ajo hecha con mezcla de especias. El pan pita llegó recién hecho en horno de leña, la compañía ideal que acentuó la combinación de sabores.
Las brochetas de parguit hechas con muslo de pollo deshuesado fue mi plato fuerte. Es recomendable para aquellos comensales que, como yo, prefieren las porciones medianas con texturas suaves. La guarnición de cous cous israelí a la mantequilla no me decepcionó en lo absoluto.
Su oferta de bebidas también la encontré atractiva. No pude decidir con facilidad, pero aposté por un shrat loz de almendra, agua de rosas y pistache espolvoreado.
No terminaría tal travesía de sabores sin el postre. Seleccioné el french toast babka: un pan trenzado con harina, huevo y mantequilla, servido con helado de chocolate. El mejor final.
No me quedó duda que para Merkavá necesitas una maleta culinaria porque viajas hacia la prueba de algo distinto a lo ordinario.