“Es lo único que sé hacer”, dice Eduardo García, chef de Máximo Bistrot, con respecto a la cocina. Nació en Guanajuato, pero cuando era chico se mudó con su familia a Atlanta, donde la comida de su mamá fue su único contacto con México. Para poder sobrevivir y ganar dinero entró de lavalozas a un restaurante, donde aprendió el oficio de cocinero. Nunca estudió gastronomía pero, aun así, terminó cocinando en Le Bernardin, uno de los mejores restaurantes de Nueva York especializado en cocina eurocéntrica clásica. Luego conoció al chef Enrique Olvera en Vancouver. Olvera se enteró que había trabajado en uno de sus restaurantes favoritos y lo contrató en Pujol.
Durante los tres años y medio que trabajó con Olvera, Eduardo se dio en cuenta que hacían falta restaurantes ecológicamente conscientes en México, que tomaran responsabilidad con lo que pasaba en el mundo.
En respuesta, abrió su restaurante: Máximo Bistrot. Años después de su apertura, todavía es difícil encontrar mesa sin reservación.
Posicionado en esquina discreta de la Roma, el restaurante sigue la estricta filosofía de apoyar los productos nacionales. Lo demuestra en todos los aspectos del restaurante, desde sus servilletas tejidas a mano por artesanos oaxaqueños hasta la selección diaria de platillos dependiendo de los ingredientes disponibles, todos locales. El pan posee las cualidades que debe tener: calientito, crujiente por fuera, suave por dentro, y del día. Puede venir acompañado de cualquiera de las mantequillas elaboradas esa misma mañana, de haba y queso de oveja, de ceniza de berenjena y queso de cabra o de aceite de trufa.
Los platillos son sofisticados sin caer en una presentación ostentosa y se pueden acompañar con una cerveza artesanal o con un buen vino de mesa. El menú cambia diario, pero nunca dejan de impresionarnos. Algunos de los más memorables son los mejillones preparados con coco y azafrán, el pato acompañado de puré de papa e hígado, el huachinango en cama de lentejas y sus risottos.
El postre es otro de sus fuertes, especialmente el tartin caliente de manzana acompañado de crema batida. Como dijimos, los platillos cambian, incluso entre la hora de comer y la cena, por lo que espera siempre encontrar nuevas opciones.