Además de café, este lugar es un refugio para escritores en Miguel Ángel de Quevedo. Aquí tendrás la posibilidad de escuchar poesía en voz alta o deleitarte con uno de los cientos de libros que contiene su biblioteca. Más que una cafetería, encontrarás un espacio de creación literaria y expresión artística.
En la entrada me recibieron con invitaciones a coloquios, discusiones, a un taller para charlar al respecto de la obra de poetisas latinoamericanas y a la presentación de un libro de alguna editorial independiente.
Una vez dentro es posible encontrarse con grupos de universitarios en pleno debate sobre la condición del ser en el mundo.
Por otro lado, tanto el café como el chocolate, además de que se obtienen por medio de comercio justo, son bebidas tratadas con sumo cuidado en la barra. Los granos de café que utilizan provienen de San José Tenejapa, una comunidad veracruzana que se dedica a producir una mezcla de altura con notas ligeramente cítricas (que se toma muy bien en un americano caliente). Cuentan con dripper, para un americano más ligero; o con prensa francesa, para una bebida con más cuerpo.
En caso de clima frío o lluvioso, hay que pedir un chocolate artesanal. Tiene diversos sabores, como canela, pimienta o un toque de chile, pero todas sus presentaciones son igual de reconfortantes.
Acompañé mi café con un brownie, que tiene un ligero sabor a canela y va muy bien con un simple americano sin endulzar. Para antojos algo menos calóricos, vale la pena un dulce de amaranto artesanal que venden en la barra.
Mientras me preparaban mi bebida, analicé los libros. Bertolt Brecht convive tranquilamente con Karl Marx, y Allen Ginsberg se codea con Juan Villoro y Franz Kafka. También se pueden encontrar libros para niños y novelas gráficas en su colección dividida en categorías como género, anarquismo, crónica y cuento.
En el espacio predominan los detalles de madera clara y la iluminación natural. Es tan acogedor que seguro querrás regresar para dejar las horas de una tarde en las páginas de un libro.