Somos muchos los que, tal como está la inflación, agradecemos las pequeñas barras de ramen o sushi tradicionales en la ciudad porque es lo más cerca que estaremos de un auténtico local tokiota (*se limpia su lagrimita*).
Madai es una barra japonesa en la movida zona de restaurantes de la colonia Cuauhtémoc. No confundir con Madai Ramen, pues, aunque están pegados, son dos conceptos distintos. El primero lo distinguirás porque en su barra sólo hay seis lugares, ya que aquí el chiste es que vivas una experiencia omakase íntima y especial.
Aunque hay una carta con opciones fijas de sushi, sashimi o nigiri, para sacarle verdadero jugo a este lugar considera irte por alguno de los menús, ya que el acto de “dejar en las manos” del chef cada plato y ver cómo lo prepara frente a ti te cambia la perspectiva sobre la cocina japonesa.
Ningún menú omakase tradicional es barato debido a que trabajan con los mejores productos marinos, por ello generalmente no los encontrarás abajo de los mil pesos; algo interesante de Madai es que tienen 5 diferentes, según el tipo de ingredientes que utilizan. Desde el Kaishan ($650), solo disponible entre semana entre una y cuatro de la tarde, que lleva sólo pesca nacional, hasta el Delux ($3,000) que incorpora pescados e ingredientes importados de alta gama como caviar, foie gras, trufa, anguila o wagyu.
Nuestro viaje comenzó con la sencillez de un sashimi de atún para empezar a apreciar la frescura del producto, seguido de una pequeña ensalada verde con cubitos de salmón y unos chiles padrón tatemados con hojuelas de bonito. Luego siguió el desfile de cuatro o cinco nigiris, cada uno un gran exponente de la pesca del día, entre la que puedes encontrar madai (un pescado japonés parecido al huachinango), otoro, kamatoro, hamachi o pulpo. Para acompañar los tiempos hay una selección de sake, cervezas asiáticas y cocteles de la casa.
Luego de una porción de risotto de almeja, llegó el turno de una reconfortante sopa miso. Según nos explica el chef, en Japón es común dejar la sopa para el final de la comida para asentar todos los sabores. Aunque nosotros no nos íbamos a ir sin el postre, que fue un delcioso helado de chai con unas empanaditas fritas de manzana.
Me gusta pensar estas experiencias como la coronación de un día especial, en el que voy mentalizada a disfrutar cada bocado de arroz pacientemente y dispuesta a apreciar los delicados ingredientes y técnicas de la cultura japonesa. De aquí a que logre cruzar el Pacífico.
Te recomandamos: Ikigai