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El Sur del DF nunca se ha caracterizado por ser el epicentro culinario de la ciudad. Ese puesto siempre ha estado en manos de otras zonas como La Roma, Condesa, Polanco y recientemente Santa Fe. La oferta culinaria de vanguardia nunca vio a las zonas de San Ángel, Pedregal, San Jerónimo o Coyoacán como lugares donde pudiera encontrar un hogar. Desde hace cuatro años, aunque la innovación siga estando en otro lado, el sur por fin cuenta con un restaurante que se atreve a ser diferente.
Desde que se llega al Sud automáticamente se percibe que este restaurante no es uno más. El lugar ha sido diseñado meticulosamente para que ningún espacio desentone en lo más mínimo y mucho menos para que quede desperdiciado. Cada rincón tiene su razón de ser. Cada mesa es íntima. Cada pared, más que una división, es parte de la decoración.
Las cenas en este lugar son simplemente maravillosas. Las velas en la obscuridad, la vegetación, el servicio atento pero no invasivo y el excelente jazz, crean un ambiente exótico y privado, donde la buena cocina complementa la experiencia y la enorme carta de vinos corona la velada.
Es gratísimo encontrarse con un menú tan amplio, con platillos que mezclan las mejores recetas de la cocina internacional. La calidad de los ingredientes es inobjetable, aunque la ejecución de algunos platillos no esté a la altura de sus componentes o del precio. Algo que, aunque ocurre en una minoría de los platillos, sin duda desaparecerá con el tiempo.
Por otro lado hay verdaderas joyas en la carta del Sud. Para empezar, un plato muy popular, la Tártara de Atún con Tostaditas, es de las mejores de la ciudad. Seguida del Rack de Cordero con una deliciosa salsa de miel de salvia, tampoco se queda atrás. Pero sin duda la estrella es el Roast Prime Rib Sud, preparado con maestría, muy tierno y acompañado de una salsa horseradish perfectamente balanceada, este platillo es simplemente: excelente.
Los postres encajan perfecto en el menú y todos son garantía, pero la Crème Brûlée de Pistache se lleva las palmas.
Un toque refrescante son el Kokeshi, un pequeño y relajado sushi joint, y el Lounge, un bar con tapas y la misma selección etílica del restaurante, todo dentro del mismo Sud. Este lugar siempre ofrece algo nuevo, como la mesa del chef Edgar Núñez o la maravillosa terraza, sólo es cuestión de preguntar.
CondesaDF ofrece distintos ambientes que lo posicionan como uno de los hoteles con más propuesta a escala internacional. En la terraza del cuarto piso se puede disfrutar de un sushi del Smart Sushi Menu o una bebida del Healthy Bar. Abajo se encuentran diferentes espacios como la habitación cultural que es una sala rodeada de libros de arte y el boudoir que es un espacio privado para tomar la copa. El Patio, el restaurante al aire libre, cuenta con una oferta gastronómica llena de innovadoras propuestas por el chef Enrique Olvera.
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Un pedacito de París en los años 20 existe en el corazón de San Ángel. Se trata del restaurante francés más clásico de la ciudad, con 38 años de experiencia.Sin pretensiones y con un menú sencillo, este es el lugar es excelente para tomar una copita de vino y disfrutar de la gastronomía gala. Ya sea en la terraza (que cuenta con mesas justo como las de los cafés del país hexagonal), o al interior, con luz tenue, música francesa, pósters de Lautrec, ventanales art nouveau y lámparas y vitrales Tiffany.
Para comenzar, el menú ofrece la tradicional sopa de cebolla, quiches y una barra de ensaladas bastante completa. Pero lo mejor es la especialidad de la casa: las crepas. Hay de todo tipo y no hay elección que sea mala. De las típicas te recomendamos la forestière (hongo portobello, trufa blanca y salsa de hongos con echalotes, ajo, crema y queso roquefort francés); de las exóticas, la Bombay (pollo al curry acompañado de pepinos en yogur y chutney de la casa).
Y aunque comenzaron como crepería, esta brasserie tiene grandes aciertos en los platos fuertes como el boeuf bourguignon, el filete dijon y la hamburguesa (sí, la hamburguesa), opciones de las que no te arrepentirás.El último antojo por algo dulce puede ser satisfecho probando la crepa de tres moras o el hojaldre del niño Dios.La sencillez no sólo está en los platillos, sino que llega hasta el servicio: la misma carta lo indica, los meseros no son expertos, sin embargo, los platos salen sorprendentemente rápido de la coci
Cuenta la leyenda en la mitología nórdica que Las Valkirias se encargaban de los hombres que morían en la guerra y los llevaban al paraíso para que pudieran combatir al lado de Odín en la batalla del fin del mundo. En su estancia los curaban, cuidaban y atendían para que nada les faltara, siempre atentas a que sus platos estuvieran servidos con delicias, y sus copas llenas… Algo similar pasa con esta versión más terrenal y más sibarita del Valhalla: el personal del Valkiria en verdad se desvive para que tu estancia sea confortable y nada te falte.El chef encargado es Christian Martínez, un hábil experimentalista que no se acobarda a la hora de combinar sabores. Veamos algunas de sus joyas: por ejemplo, el carpaccio de res con pico de gallo mango, una valiente mezcla de fuerzas que parecerían incompatibles y que en el paladar se reconcilian como si hubieran sido creados ex profeso para estar juntos. Para el plato principal nos gustó el pato con miel de mezcal y jalea de tomate: una creativa fusión del ave con el alcohol y el dulce. Odín estaría contento.Los postres siguen la misma tónica arrojada en la experimentación. Ejemplo: el Duo de créme brulée de lychees y cardamomo. Una delicia.El lugar está ubicado en una planta alta y su terraza tiene vista a Masaryk. Entre las mesas se cruza una fuente a lo largo del salón y al fondo se asoma una sala lounge con una cascada, todo esto acompañado de un jazz muy tenue.Y cuando cae la noche, el lugar se transforma en un lounge y se llena de luces de colores que se reflejan en las paredes de cristal que permite ver todo el movimiento nocturno, mientras se filtran los cócteles y la diversión.
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