Nació en medio de una gran expectativa: muchos esperábamos la apertura de este proyecto del talentoso chef Oswaldo Oliva. Todo comenzó con Alelí, un restaurante en la planta baja de la misma casa, que es la cara diurna e informal de su propuesta culinaria, que por fin se expresa en las cenas de Lorea con menú det degustación (el corto: 900 pesos, 9 tiempos; el largo 1300 pesos, 14 tiempos).
Recién graduado del Centro Culinario Ambrosía, Oliva pasó por el Celler de Can Roca en España, pero fue en los siete años en Mugaritz, en el País Vasco, donde alcanzó su madurez como cocinero. En Lorea lo demuestra con platos que son un catálogo de texturas y sabores muy trabajados, pero que siguen sintiéndose frescos, y sumados al impecable servicio te dejan con ganas de más. La seductora bienvenida al restaurante no es difícil de leer: una copa de champaña y un crujiente de queso con hierbas, pero en el menú largo siguen bocados poco usuales, como el mochi de menta y pistache (aromático, glutinoso) y los tendones crocantes con conserva casera (crujiente, salino), antes de una reconfortante tosta de pancetta a la brasa que confirma la técnica de Oliva.
Luego vienen platos fuertes en los que el punto focal de sabor, lo que redondea todo en boca, son caldos límpidos, pero de sabores profundos, como la nage (caldo corto) de camarón con la que se sirve un praliné cremoso de cacahuate, el de sardina y pulpo que acompaña al tartar marino, y el de papa que viene con los gnocchi de tubérculos y avellanas. A continuación, la pesca del día, con un vivaz aliño de limón con pistache, y una chuleta asada que no pide nada más que la mantequilla que la baña. Hay detalles inesperados en elementos predecibles: el pan es de kamut (trigo duro egipcio); los hermosos cuchillos elaborados por Roland Lannier tienen el filo del lado contrario al normal.
Los postres de Elsa Olmos, premiada por Espai Sucre y Cacao Barry, son también austeros y elegantes: una refrescante conserva de flores de jamaica con yogurt y jengibre o un cremoso mamey en tres presentaciones: helado, asado y aliñado. Lorea es una experiencia retadora, que sorprende y satisface, un lugar que seguirá explorando sin pausa, y convirtiendo a los extraños que atraviesan su puerta en comensales cautivos, en amigos de la casa y en exploradores de oportunidades únicas en el mundo de la gastronomía.