El antojo es algo que no te deja en paz y cuando se trata de tortas ahogadas, necesitas un lugar que grite lo más fuerte posible: “¡tradicional!”. Las Ahogadas de Jalisco lo hacen, todo en este lugar dice comida típica jalisciense.
Para empezar, los equipales y para seguir, su carta con fantasías que no te puedes perder y ya entrados en antojo, no te conviene aguantarte las ganas. Está la carne minera (carne picada chiquita y bañada en salsa verde) o las tostadas estilo Santuario (el truco está en la salsa agridulce) y, no tan típico pero sí antojable, los chilaquiles. Una versión abundante y equilibrada de crujiente y suave.
Como en otros restaurantes, Las ahogadas de Jalisco también dice que su pan birote viene de Guadalajara, el chiste es que cuando lo ves resistirse al baño de caldillo de jitomate, les crees. El otro tema es efectivamente el caldillo con el que la bañan; aquí se ve, se siente y sabe a caldillo fresco, desde el color. Lo preparan con jitomate de verdad. La otra clave de las tortas ahogadas es la salsa que le da picor. En teoría debería ser de chile de árbol, con esa sensación de picor medio áspero. El resultado de estas tres cosas es una buena torta ahogada.
La verdad debe ser dicha y las carnitas no son muy ricas. Son un poco secas y sin personalidad. Resultan ser un relleno sin mucho chiste, un mero pretexto para ponerse los guantes y limpiar el caldillo del plato con el pan y ponerle la dosis justa de salsa picante. No obstante, es suficiente para que no te quedes con el antojo de una buena torta ahogada.