Así debió de ser la tortería en donde Carlos se reencontró con su excompañero de la escuela Rosales, en Las batallas en el desierto (de José Emilio Pacheco): pequeña, de barrio, con refrescos en botella de vidrio (lo mero bueno: Chaparritas, Boing, agua Topo Chico y cerveza artesanal Charro) y música del Flaco de Oro sonando de fondo.
Estas tortas, súper tradicionales pero con su toquecito de sofisticación, hacen homenaje a las torterías de la ciudad con las que muchos crecimos, y que estaban en la esquina de nuestras calles. Seguro regresarás a tu infancia cuando entres al local: una barra con unos tres bancos, y otra tras la que el tortero hace los suyo. De fondo, anaqueles que exhiben las pocas pero bien seleccionadas bebidas del lugar.
Las tortas súper tradicionales como de milanesa, jamón, chile relleno y bacalao o también algunas más nice como la de pulpo. Nosotros nos echamos una de quesos que tenía panela en escabeche (riquísimo), queso doble crema y queso gouda. Obviamente, venía con todo y su generosa porción de aguacate. Y también la de short rib, que venía aderezada con un puré de papa súper cremosito y acompañada de un bowl con jugo de carne para chopear la torta.
Si vas, no te pierdas los chiles en escabeche y, sobre todo, los chipotles, que dejan reposar en piloncillo durante largas horas, hasta que adquieren su aroma ahumado y delicioso. Además no pican, así que éntrale con ganas.
Ahora cuentan con entregas a domicilio. Pídelas por WhatsApp al 55 60902072
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