Heredero de esos tradicionales cafés de chinos, ofrece porciones bien servidas y una enorme variedad de platillos: unas ocho sopas, 10 ensaladas, 10 carnes, cinco pollos y muchos antojitos, como enchiladas y chilaquiles. Entrada, sopa, plato fuerte y postre por menos de 150 pesos, y con la garantía de salir rodando. También tienen paquetes, con café y jugo o fruta, que sirven a cualquier hora, pues nunca cierran. Aquí no hay chef, sólo cocina mexicana típica pero bien preparada y en un lugar sencillo pero digno.
Para los tradicionalistas, a unas calles está El Popular, mismo concepto y características, aunque tiene como 50 años más.
La Pagoda es amplio, unas 15 mesas y 20 gabinetes, y es bullicioso. En la carta, un interesante detalle sobre la propina que deberían replicar muchos restaurantes de esta ciudad: no se exige, se gana.
Al estar siempre abierto, es una buena opción para cualquier momento. Incluso vale la pena para un café y pan, que es de la casa; el de elote es suculento.