Las expectativas de la comunidad gastrónoma se dispararon a niveles peligrosos con el cierre de Biko. En ese recinto de cocina gachupa —la dichosa fusión de cocina mexicana y vasca— Mikel Alonso y Bruno Oteiza construyeron durante 10 años una historia de alta cocina para la Ciudad de México. Llegaron a convertirse en uno de los mejores restaurantes de México para el mundo, en épocas que los comensales pedíamos que los chefs se dejaran de circo, maroma y teatro y nos permitieran saborear el producto por sí solo, cocinado a la perfección.
El año pasado apareció Lur, una colaboración entre Mikel Alonso y Gerard Bellver donde el comensal puede aflojarse la corbata y disfrutar de la restauración casera y relajada de dos grandes cocineros. Mientras que Biko sigue en pausa, pues la promesa de reabrir continúa vigente, en la trama del cuento inconcluso aparece Ko Ma, un par de escalones arriba de Lur en la escala de alta cocina, porque busca satisfacer igual una comida familiar o de negocios, que al foodie más empedernido.
Ko Ma —cuyo nombre no tiene ningún atributo especial— se podría definir en una frase: formalidad para todos. El concepto está dividido en dos, bar y restaurante. El menú de bebidas fue diseñado por Mika Rousseau (Fifty Mils), sitio donde tus intenciones no necesariamente se tienen que inclinar a cenar, sino a apreciar el diseño arquitectónico de Ricardo Warman y beber un punto y ko ma, de ginebra y licor de violetas.
El elegante, mas no aburrido comedor, con mesas de mantel largo y copas rodea una de las tres salas privadas. Luce madera de haya y tonos muy cálidos, paralelos a los platillos de cocina de técnica europea y aromas incluso mexicanos y asiáticos. Tanto el menú degustación ($1,550 sin bebidas) que será por temporada y el alcance gastronómico del menú general es bastante amplio, como los ostiones kumiai templados en tierra de rockefeller, con yogur de parmesano dándole equilibrio al resto de los sabores salados; lo mismo con el turnedó de res envuelto en panceta de cerdo ibérico, con foie gras que se deshace al calor de la carne; para el postre los pastelitos de frangipane bourdaloue, con almendras, peras a la vainilla y helado, un efecto dominó en suavidad y dulzura.
Detrás de todos los platillos, que remontan a una cocina más clásica que contemporánea, hay una serie de técnicas y firmas de ambos chefs; todas las herramientas necesarias para dejar el plato limpio y el antojo disipado.