Esta cafetería nacida en Veracruz y con sucursal coyoacanense es, seguramente, una de las más bonitas de la ciudad, con su barra decorada con series de luces, mesas con cubierta de espejo estilo retro y libreros de piso a techo con títulos de distintos temas, para que los leas mientras pruebas sus especialidades. La atmósfera que se crea es encantadora, y detalles como su vajilla de peltre —a la venta ahí mismo y en línea; también venden Keepcups de todos los modelos— la hacen todavía más especial. Los baristas saben lo que hacen, te recomiendan las mezclas del mes, con granos de distintas fincas y tostados artesanales, y manejan todos los métodos de extracción, aunque con el sistema de ordenar primero en caja no te prestan mucha atención cuando ya estás sentado.
La comida salada no es su fuerte, aunque el panino de pollo al pesto te saca del apuro, y los postres, que se ven muy apetitosos, desilusionan un poco ya en el plato: la tarta de plátano (banoffee pie) que pedí estaba reseca, la crema agria, a punto de echarse a perder y los plátanos oxidados (vi que después de servirme colocaron nuevas tartas, más frescas, en su aparador), mientras que la tarta de pera y el pay de manzana estaban ricos, pero muy empalagosos. De cualquier manera, es un espacio muy cómodo para platicar o trabajar y su buen café merece más visitas.