Entre las leyes de la naturaleza, se encuentra aquella que dicta que todo individuo que se toma un helado es feliz. Digamos que esta versión semisólida de la comida tiene eso que llamamos “el efecto Ratatouille”, ya que te transporta a aquella etapa cálida y sin problemas que alguna vez tuviste.
Christian e Illán Castañeda lo ejecutan a la perfección en su pequeña Heladería Escandón. Prepárate para un golpe de nostalgia gracias a la colección de juguetes que decoran el local: “un Pato Donald de cuando éramos chiquitas”, me dijeron, un Dumbo, robots ochenteros y otras joyas de la infancia.
En cuanto a los helados, todos se preparan con ingredientes naturales, orgánicos y, sobre todo, bajo los principios de la botánica y la herbolaria (ojo, que no es medicina), también los hay balsámicos. Además, usan plantas y flores como azahar, cempasúchil o lavanda, con las que también infusionan sus tisanas.
De acuerdo a la temporada, te puede tocar un helado de limón con cedrón (bueno para bajarle al estrés y para la panza), de crema de albahaca, de mascarpone con buganvilia y otros sabores que se mezclan con jengibre o cardamomo; también hay opciones clásicas como un delicioso helado de mamey.
Sí, probé todos los sabores hasta sentirme como niña en el recreo. Al fin y al cabo, se trata de que esto sea un apapacho para el alma y para el cuerpo.
Para ponerle un toque de humor a la alegría, todos los helados que salen de aquí tienen un par de ojitos comestibles. “Como que los helados sí tienen personalidad, ¿no?”, me dijo Christian sonriente.
Las hermanas están convencidas de que sus productos tienen mucha buena onda, pero nada tiene más swing y bonachonería que un sándwich de helado. Aquí, sólo los viernes, vienen en forma de osito. Pero puedes hacer tu pedido con anticipación.
Entre las tisanas, el chocolate especiado con cardamomo y los diferentes sabores de helado prepárate para un viaje en el tiempo con sonrisa incluida.