Si algo agradecemos en estos días es desayunar bien y a buen precio. Que el servicio sea de calidad y, además, el menú venga de la mano de un chef es un plus. En Gran Café Victoria ponen atención a los detalles; desde la masa madre para hornear hasta el cubierto reluciente que colocan en tu mesa.
Su gemelo en la colonia Anzures podría tener celos por la ubicación. Y vaya que sí: en medio de la Sinatel y a unos pasos del Cenart (cinco minutos caminando), el aroma del café y los huevos en maíz rojo con chicharrón norteño te atrapan.
Al principio podrías pensar que se trata de otra cafetería más, pero una vez que conoces los métodos y el filtrado con los que preparan el café, y ves por su pequeña vitrina el danés de guayaba o el chocolatín, la magia comienza.
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El lugar es modesto. Cuenta con pequeñas mesas para los vecinos, asiduos comensales, y un comedor ideal para celebrar un cumpleaños o debatir con amigos acerca de lo que viste en la Cineteca de las Artes. Pero nuestra zona favorita en Gran Café Victoria es la mini salita, justo frente a la barra de la cocina, perfecta para pedir una botella de vino y echar novio.
Pedimos un Orange Brew que le da la vuelta al clásico café helado con un sutil toque de cardamomo y su respectiva rodaja de naranja. Fresco y cumplidor. Después, a lo que venimos, nos comimos la "gordita Josefina", nombrada así en honor a la abuelita del chef Martín Marín Amaya, rellena de huevo con frijol, acompañada de crema y queso de Chiapas.
Sabemos que los chilaquiles son imperdibles, pero ¿qué tal hincarle el diente a un waffle fried chicken bañado con una espesa y, nada picante, miel de cerveza con chile cascabel y sus respectivos trozos de pechuga empanizados? El waffle es esponjoso y combina con lo crocante del pollo junto a la miel. Se nota que todo está pensando en el menú.
Si eres más exigente, apuesta por los "huevos Ana" que van encima de una tortilla frita, llevan pechuga y salsa verde; el toque especial es el queso Chihuahua y Chiapas. Todos los desayunos incluyen café americano, yogur con fruta o jugo. Te vas a gastar menos de $300 en comida preparada al momento.
También ofrecen catas de café o vino. Claro que tienen comidas y cenas, pero eso tendrás que descubrirlo en tu próxima visita. Lo único que podemos reclamarle al lugar es el espacio: más personas deberían probar la comida del chef Martín, quien quiso homenajear con un menú sencillo, accesible y justo a la colonia en la que creció.