Gastón Olea dejó su vida en México para estudiar repostería en Francia durante un año. La escuela Ferrandi le dio las herramientas para volver a su país natal y ofrecer pasteles con sabores nuevos, que provienen de la tradición francesa pero con raíces mexicanas.
“Era casi militar”, cuenta Gastón sobre su formación. “Entrábamos a las siete de la mañana, salíamos a las cuatro de la tarde. Además teníamos prácticas en hoteles que había que intercalar con las clases. El resultado habla por sí mismo: pasteles artesanales, deliciosos, llenos de color y sobre todo inéditos en la Ciudad de México.
El flan francés, por ejemplo, tiene la personalidad del flan pero con un final a la brûlée. La galleta, el caramelo y las frutas hacen una combinación fresca, dulce y crocante. El macarrón de frutos rojos viene con un “hijito” de tamaño normal. Que la forma galletosa no te asuste: los frutos otorgan el balance ideal para que este se convierta uno de los postres favoritos de los conocedores. Mención aparte merece la tarta de limón, casi deconstruida: gotas de crema con limón sobre una galleta al mismo tiempo esponjosa y crocante. Hasta arriba, una hojita de oro comestible. Es ideal para quien no ama los postres dulces.
Francia y México se unen en las manos del chef repostero Gastón Olea, quien es uno de los empresarios afectados por los sismos de septiembre de 2017. Si se trata de comer pan para el susto, mejor aún es probar uno de sus pasteles, repletos de sabor y cariño.