El corredor gastronómico de Álvaro Obregón tiene una nueva sorpresa. Si eres vegano o vegetariano puedes dejar de leer ahora mismo.
Es un restaurante argentino ideal para los carnívoros. Es muy amplio, con mesas al exterior y un interiorismo extremadamente cálido con madera en columnas, paredes (otras de ladrillo) y mesas; los candelabros y acabados en herrería terminan de dar el sello de elegancia rústica, como la de una cabaña en cuya cocina decidieron instalar un horno de leña. Pinta para ser el restaurante ideal para comidas de negocios, o para festejar un cumpleaños con varias botellas de vino.
De la carta de cocteles te recomiendo la michelada verde, es un clamato con pepino, apio y chile serrano, pídelo con cerveza oscura. O bien, una mimosa gardela con vino espumoso –para el gusto dulce.
Sí o sí comienza con una empanada de carne. El picadillo tradicional argentino va dentro de una masa crujiente y discreta en grasa. Luego, el jugo de carne llegó denso y cargado de sabor, una buena manera de comenzar aunque a punto de pasarse de sal. Cuando llegó la fugazza al horno de barro, entre la cebolla caramelizada y el parmesano se escondía un exceso de sal de grano que la hizo incomestible; seguramente el resultado de un descuido, faltó afinar los acordes en esas pizcas.
El disgusto lo olvidé cuando la carne llegó a la mesa: un sangrante bife de picaña y un bife de chorizo –rib eye–, cuyos términos se ajustaron gracias a una plancha caliente que colocaron en la mesa. Si conoces el término de un corte puedes dejar el tuyo a la medida, si no, pides ayuda y listo; esto me encantó de Gardela. Para acompañar pedí unos pimientos asados que pusieron en la misma plancha, y un puré de camote que resultó desabrido, le faltó alguna especia o una chispa de personalidad.
Confío en que los detalles que encontré de la cocina tendrán pronto arreglo, pues la calidad de los ingredientes y la atención en el comedor hablaron por sí solos. He prometido regresar, confieso que la carne añejada en seco –a plena vista de los comensales– me guiñó el ojo toda la velada.