El garambullo es una cactácea cuya flor posee un aroma peculiar y agradable; esta gastrocantina le hace honor al nombre y al concepto de la Juárez. Como galería, le abren las puertas a jóvenes artistas que necesitan un espacio para exponer sus trabajos.
La comida es una fiesta gustativa y me dispuse a probar el menú del día. Como primer tiempo llegaron unos rollos vietnamitas con verduras, mango y cacahuate en hoja de arroz. Una presentación impecable: rollo blanco frente a uno morado con espejo de aderezo de albahaca y ajonjolí negro. Los ligeros sabores se derriten en la boca.
Fue el chef Emilio Landeros quien salió de la cocina para servir la sopa al curry y aproveché para dar el visto bueno: alto, ojos cafés, barba recortada y tatuajes en el brazo. Otro punto para Garambullo, porque refuerza la impresión de ser un lugar valiente y desobediente.
Los sabores de la canela y el clavo en la carne kebab con cous cous desaparecieron pronto, porque me lo acabé, y el pay de calabaza con crema de vainilla es la prueba de que el amor existe.
El bar se ilumina con luces neón y retoma ideas de la película Pulp Fiction. También, en su terraza con sombrillas grandes se antoja echar el trago a todas horas.
Este lugar es una experiencia sublime para la vista y el gusto.