Fonda Mayora es todo corazón: el servicio es cariñoso como una visita a casa de los tíos, las sopas son contundentes y reales (ya sabes: la papa, la zanahoria y el jitomate saben a eso que comíamos de niños, no a plastilina).
En el menú se asoma la mano de Gerardo Vázquez Lugo, el chef de Nicos que, ahora, le pone el sabor mexi-tradicional a la vibra hip del barrio. Con estos sabores me refiero a la costilla de cerdo con verdolagas; al arroz ranchero (rojo, frito, sabroso); a las tetelas rellenas de frijoles con hoja santa con que te dan la bienvenida, o bien, a la gordita de maíz quebrado rellena de nopal. ¿Ya ves?, es caserito, fácil de entender y rico.
Los colores de las paredes y de la vajilla de cerámica en la que comerás, sobre mesas de madera clara, son tonos pastel que van del verde menta, rosita-tipo-mamey-con-crema, hasta un azul pálido que le tira a los grises. En pocas palabras, juega en la discreta simpatía de la sencillez.
Como apertura reciente, aún tiene detalles que corregir, pero, para tener una opinión definitiva sobre este lugar tendremos que volver. Sobran los pretextos para desayunar, almorzar y comer: huevos encamisados, chilaquiles, tostadas de ceviche verde y gorditas con tuétano. Por lo pronto, disfrutemos de esta novedad que pinta bien, porque derrocha buena disposición.