Por la ventana de esta cafetería se asoma un letrero neón que resume su personalidad: "Don't Eat Shit" (no comas basura, por decirlo lindo). El interior es verde y rosado– como un flamingo– de pies a cabeza, con un sentido tropicaloso que inspira el concepto de comida 100% orgánica y refrescantes bebidas.
Entre los ingredientes hay nombres que desconocía, como la espirulina azul de mi blue matcha. Me explicaron que es un superalimento, antioxidante y proteínico que traen de Australia. También lleva leche de almendra, menta, limón, un shot de matcha y otro de café; los tonos dulces no se pasan, se resalta el sabor herbal y fresco del té.
Para hambrientos como yo, hay bowls llenadores al estilo poke, prácticos y fotogénicos. Probé el hanói warrior, arroz salvaje de base, cremoso tofu, edamames, alga wakame, sandía y camote dulce. El sabor del alga es mi favorito porque no lo encuentras en cualquier lugar (fuera del sushi) y aquí se percibe armonioso con el dulzor del camote.
Debo de admitir que me fue poco usual comer en moldes de plástico, pero resultó útil porque al llenarme solamente le puse la tapa para después guardarlo en mi bolsa. El envase es completamente biodegradable, para no traicionar al espíritu saludable y orgánico del lugar.
No te puedes ir sin tomar una foto, ya sea de la comida o los letreros neón (que están hasta en el baño), colores y sabores que gritan que la comida saludable es todo menos aburrida.