Caminaba por la Narvarte cuando encontré algo que me llamó la atención: unas luces azules me invitaban a descubrir qué era ese lugar que desde afuera se notaba pequeño y acogedor. Resultó ser un restaurante que me transportó a las profundidades del mar en un submarino, con todos los colores y la iluminación que encontrarías en las aguas hondas del océano. Me sentí en un sumergible resguardada por las láminas de sus paredes e incluso con equipamiento de misiles, las ventanas eran peceras que dejaban ver la vida acuática. Si con esto no se te antoja el pescado y los mariscos, entonces no eres susceptible a las provocaciones sensoriales.
En El Submarino caben 24 pasajeros a bordo, más cuatro tripulantes encargados de guiarte en la travesía marítima. Su menú es amplio y costero. La opción más llamativa son los combos de comida corrida que incluyen agua, arroz, shot de caldo, guarnición y tu plato fuerte, que puede ser filete de pescado, pulpo, camarón, mojarra o pollo (el toque terrestre por si ya tuviste suficientes olas con el resto de la experiencia).
Para ordenar enciende el interruptor que activará los torpedos nucleares. Bueno, en realidad sólo prenderás una luz que llamará a los meseros a tu mesa, pero el chiste es seguirle la onda al concepto, así que imagínalos como marineros navales listos para seguir tus órdenes y ganar la batalla del hambre.
Las aguas varían de sabor dependiendo el día. Hay jamaica o tamarindo y otras como perejil con chía. Ahora que si quieres un toque salado y fresco como una zambullida en la playa, pide la michelada cubana con escarcha de chamoy y chile piquín.
De comer escogí un combo con camarones empanizados y el marino sugirió ampliamente las pescadillas, así que también pedí una. El caldo de camarón estaba picosito, con el tamaño correcto para abrir el apetito, sólo asegúrate de terminarlo mientras está caliente, pues con la temperatura se le va la magia. La pescadilla estaba muy fresca por el jitomate y la cebolla ligeramente pasada de grasa, no obstante crujiente y muy bien sazonada.
El arroz era casero, se notó en el sabor y en la presentación, mientras que la papa al horno tenía textura suave y un aderezo ligero, nada rimbombante. Los camarones eran pequeños y flacos, pero en general sí fue un platillo llenador. Si vas preparándolos con las distintas salsas, tu comida se vuelve muy interesante. Para hacerlo, te ofrecen dos condimentos, uno de mayonesa con chipotle y otro de habanero con mango. El de chipotle tenía el balance perfecto para picar tímidamente y sin que te perturbe un excesivo sabor a mayonesa.
En El Submarino, la rutina de inmersión también fue guapachosa. Pensé escuchar en los altavoces la voz del capitán, pero pronto me di cuenta que se trataba de Juan Gabriel, sí, el cantante, después resonaron las entonaciones de Margarita, la Diosa de la Cumbia. Tal como lo había predicho, mi hora de la comida fue única. Los precios, los alimentos y el ambiente te sumergirán en las aguas del antojo marisquero, vale la pena comprobarlo.