Muebles viejos de cocina, cubetas de acero galvanizado convertidas en lámparas, pesadas mesas y sillas de madera con respaldados de cuero gastado. Esa agradable estética de piezas antigüas-muy-cuidadas-y-seleccionadas- minuciosamente le ha servido de nuevo a los también creadores del Mog para ambientar esta cafetería-bazar de dos pisos (puedes comprar cualquiera de los artículos que te guste) cuyo menú es de inspiración asiática, sobre todo japonesa.
Más allá de las bebidas frías y calientes de rigor (americano, latte, moca), prueba el chai latte, cuya elaboración incluye algunos de sus ingredientes naturales al fondo de tu vaso, o alguna de sus sodas hechas con fruta y jarabe de la casa.
De los tres postres que ofrecen, el macha zenzai merece una mención aparte. La descripción –mochi y azuki glaseados con macha– puede no decirte mucho, pero vale la pena aventurarse a pedirlo. Hecho con bolitas de arroz y una porción de frijol dulce (ingrediente típico de la repostería japonesa y china), servidos en una sopa de macha (té verde finamente molido), es una inolvidable sorpresa visual y de sabor. Si lo que buscas es un bocado rápido para aplacar el hambre de medio día, sus emparedados (hay opciones vegetarianas) harán el trabajo, pues además incluyen sopa del día (la crema fría de tofu con trocitos de pistache es ejemplo de cuánto sabor puede adquirir un bloque de soya) y ensalada. La otra es, simplemente, pasar por aquí a comprar algo de pan y curiosear.