Me dijeron que le pusieron así porque “querían un nombre tonto”, pero luego hicieron un comentario que fue todo menos tonto: “Dr. Pizza porque la pizza lo cura todo”. Y es cierto, ¿quién no se apapacha el alma con una rebanada de pizza? Bueno, aquí se hace diario con delicias redondas de masa tipo napolitana (delgadas y orillas gruesas).
Con un estilo de trattoria hipsterosa con tipografía retro y espejos viejos, el local se ilumina gracias a las paredes de ladrillo pintadas en blanco. Tanto por dentro como por fuera juega con esas simetrías que enamoran a Wes Anderson. Toma asiento en las estrechas bancas, ojea el menú y ve la película que se proyecta, es parte de la experiencia cinema.
El doctor (aka, la pizza) está listo para recibirte: durante mi consulta, la dr. piki estaba en las especiales de la casa, con coppa— embutido italiano similar al jamón—, salsa roja y romero, con gran fragancia a nariz y paladar; el par ideal con el picorcito del aceite de chile y un toque de ajo.
Para probar con las blancas (las que no llevan salsa), llegó dr. zap de mozzarella y ricotta con flor de calabaza y aceite de olivo. Sencilla pero se degusta fresca, con la flor enterita y bien sazonada de sal y pimienta para no estorbar la naturaleza de los ingredientes.
El doctor me recetó un mezcal (ay si), y vino el compadre mendoza: destilado, jugo de toronja y limón con jarabe de canela y escarcha de sal de mar. Fresco sin rebasar aires extraordinarios, pero conjunta bien lo ahumado con dulce y ácido.
Dr. Pizza es todo lo que no buscabas, pero que sí necesitabas en la Juárez: cocteles, pizzas, vinos y hasta algunos helados de Joe Gelato. Aires casuales de una pizzería sin pretensiones, pero que quiere hacer bien las cosas (y le sale).
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