El embeleso de este restaurante es que se encuentra en el patio trasero de una casa clásica de Santa María la Ribera –mediados del siglo XIX–, una colonia que data del año de 1861, convirtiéndola en uno de los primeros fraccionamientos de la Ciudad de México. María Ciento38 está en la calle que lleva el mismo nombre de la colonia, una calle con la propia riqueza arquitectónica del resto de la zona y que da al parque del Kiosko Morisco; es una de las mejores zonas para caminar (y comer) en la ciudad.
Para entrar debes atravesar un pasillo que te lleva a una terraza que te hace sentir en un hogar campirano, te da la impresión de que fuiste invitado a una celebración familiar, cómoda y sosegada. El espacio tiene cierto toque mediterráneo y rústico, el piso es de grava y las mesas son de madera sin barnizar, se logra una ambientación sencilla y templada, perfecta para disfrutar de bocados reconfortantes, como los dicta la gastronomía siciliana.
Italia tiene una de las cocinas más variadas del mundo y la región de Sicilia tiene en su haber gastronómico una colección de platillos frescos y sencillos, pues se encuentra en la isla más grande del mediterráneo; el meridiano de las olivas, las pastas, las hierbas frescas y los productos de mar y tierra. De la región de Palermo, Sicilia, es originaria Antonietta Di Pasquale, la chef que encabeza la cocina de este establecimiento familiar y decidió ajustar la sazón de sus platillos al importar sus principales insumos de Italia, como los quesos, vinos y aceite de oliva, los cimientos de las recetas.
La carta te permite elegir con facilidad. Hay un par de ensaladas demasiado sencillas, una con manzana verde y la otra con espinacas, su función como acompañantes de los demás platillos es cumplidora. Luego están las pizzas (obligatorias), son seis tipos que atrapan una por una, como la de calabaza al grill o la de pera al vino tinto, decidí probar la de cebolla caramelizada; el pan es de un grosor mediano –cruje pero aún tiene suavidad al centro– las cebollas moradas sabían delicadamente agridulces y junto con el queso cenizo de cabra se logró lo esperado.
Las pastas son cuatro, tres fijas y una especial del día, misma que al ser una boloñesa había perfumado todo el restaurante, sin embargo sucumbí ante el spaghetti con pesto siciliano ya que prometía queso pecorino. La salsa de pomodoro era martajada y fresca, al mezclarse con la pasta caliente se tornó una combinación tibia y la albahaca soltó a paso lento su aroma, la combinación de parmesano y pecorino ajustaron la sal del platillo, luego las almendras tostadas lo intensificaron a la perfección. Es el espagueti que querrías comer al aire libre en un viñedo. También hay panninis y cortes de carne que se acompañan con betabel a la mantequilla, papas al romero o en puré. Para beber hay un vino de la casa y cervezas artesanales.
En cuanto a los postres, hay un pastel de chocolate y los tradicionales tiramisú y panna cotta, así como un postre especial del día. Los platillos sicilianos saben cuidadosamente seleccionados y el espacio se siente hospitalario; cuando tengas ganas de pasta o pizza, pon a María Ciento38 hasta arriba en tu lista.